CUENTOS QUE CONTABA MI ABUELITA
MARIANA LA SOLDADERA
Cuando yo era una niña disfrutaba mucho escuchar a
mi abuelita contar historias y cuentos que a decir de ella, todas habían
ocurrido realmente o se las habían contado sus abuelos, padres, hermanas o
hermanos mayores.
Esta que hoy te platico es una de mis preferidas.
Ella me contaba que durante la revolución, esa
guerra interna que sucedió a principios del siglo pasado, había grupos de
soldados armados por toda la república y que a su paso por los poblados se
llevaba a los jóvenes que pudieran cargar un fusil y a las mujeres que
encontraban para que les hicieran de comer y fueran sus esposas.
Las personas adultas intentaban por todos los
medios posibles esconder a sus hijos e hijas para evitar que se los llevara la
leva, que era como se le decía al hecho de reclutar soldados para la guerra,
aún sin su consentimiento.
Bajo esas condiciones que les platico, vivían María
Juana y Ponciano, los hijos más pequeños de la familia Peralta, vecinos de mi
abuelita, pero a diferencia de la mayoría, ellos sí querían irse con “la bola”,
como le decían al Ejército en acción, sólo que María Juana quería participar
como soldadera, es decir cargando su fusil y disparando durante los ataques que
se presentaran y no sólo como cocinera o acompañante de las tropas.
Los hermanos Peralta, aunque respetaban y obedecían
a sus padres en esta ocasión se escaparon del escondite donde los habían
resguardado y con gran decisión y anhelo por servir a su patria, se presentaron
con el comandante y jefe de los soldados a quien manifestaron sus intenciones
de apoyar la causa, con la única condición de que María Juana fuera aceptada
como Soldadera.
Dicen que el comandante no lo dudó ni un segundo y
tomó bajo su mando a Ponciano y María Juana, quienes hombro a hombro lucharon
en la infantería, junto a sus compañeros, demostrando gran valor durante las
batallas y solidaridad con los caídos en combate.
Algún tiempo después regresaron al pueblo, iban de
paso hacia otros rumbos y con gran satisfacción para sus padres, vieron a sus
hijos convertidos en oficiales y dirigiendo tropas a su mando, dejando
testimonio de esta forma que María Juana fue una gran Soldadera y líder en las
batallas de la Revolución.
Con la desfortuna que poco se escribió sobre las
acciones de guerra de las mujeres que apoyaron el movimiento revolucionario,
sólo quedan las historias contadas de boca en boca que han llegado hasta
nuestros días y que hoy comparto con ustedes una de mis preferidas, en memoria
de esa valiente mujer llamada Mariana la Soldadera y su solidario hermano
Ponciano.
FIN
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